lunes, 30 de junio de 2008

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jueves, 19 de junio de 2008

lunes, 16 de junio de 2008

CARTA ABIERTA A LA SOCIEDAD BAHIENSE
Frente a un hecho como la muerte parece que el entendimiento se abre, o se quiebra dejando ver hasta lo profundo nuestra esencia. La muerte acontece y se nos presentan un abanico de posibilidades, de lugares, desde donde intentar comprenderla. El lugar de los familiares, de los hijos, de los padres, de los hermanos, de los sobrinos... el lugar de los amigos, el lugar de un conocido etc. Cuando la muerte se da en forma trágica, esta nos exige tomar posición, elegir nuestra forma de mirar, rápidamente sin tener tiempo de pensar, por esto mismo esta surge de lo más profundo y más autentico de nosotros. A veces sucede que la muerte es consecuencia de otra persona, es decir, que tiene un verdugo. De esta forma el abanico de posibilidades se amplía ya que en este caso uno puede elegir ponerse en el lugar del verdugo frente al hecho trágico.
Las dos muertes de la madrugada del 16 de marzo de este año, cuando Marcelo Alejandro Fraga a más de 120km, atropello a María Mellado y Lucas Ramoscelli terminado arbitrariamente con sus, para nosotros, amadas vidas; corrió, y sigue corriendo, el velo que no nos permitía ver y comprender demasiadas cosas. Lo que sucedió es fácil de describir: los chicos salieron de “Agárrate Catalina”, cruzaban la avenida Alem por la esquina de Primera Junta abrazados y casi terminando de hacerlo, ya llegando al centro del bulevar, Fraga, sin siquiera disminuir la velocidad de su auto, los asesino sin darles tiempo de hacer nada. Este señor, después de frenar el auto a unos 30 o 40 metros, se acercó miró a Lucas que estaba tirado ya sin vida, y sobre esa vida que él había acabado, dijo con increíble sangre fría: “Bueno, la cagada ya esta hecha... Yo me voy”. Mientras los amigos de los chicos que estaban en el lugar caminaban en circulo, se agarraban la cabeza, les tomaban el pulso, los tocaban, los miraban, gritaban, lloraban y maldecían no pudiendo salir del asombro ante tremenda tragedia; la gente que presenció el asesinato, viendo la actitud de esta persona no pudo contenerse y reaccionó agrediéndolo con insultos y golpes. Quizás, esto sea reprobable, pero se me hace que de presenciar tal grado de desprecio por la vida, a cualquier humano completo le resultaría imposible reaccionar de otro modo.
Después de la irreversible tragedia le corresponde a las dos familias y amigos pura exclusivamente desarrollar el duelo, primero descargando el dolor en llantos y después hacer que los buenos recuerdos venzan el dolor. Pero esto nos ha sido negado tanto a familiares como a amigos. Acto de imperdonable crueldad. Aun no podemos desarmar el dolor por dos motivos mutuamente relacionados y determinados.
Como dije al principio frente a un hecho como este nos encontramos con un abanico de posibilidades para interpretar lo que sucedió. Mucha fue la gente que con excelentes intenciones se acerco a apoyarnos a consolarnos... pero, mucha fue la gente que detrás de su frívolo consuelo o de una imperdonable indiferencia escondía, y esconde, quizás sin saberlo un Fraga interior. De ellos tuvimos y tenemos que defender a los chicos. Ellos cómodamente, por cobardía, entre el abanico de posibilidades, no eligen ponerse en el lugar de los padres, de los hermanos, de los amigos... sino que se identifican con el verdugo. Entonces, buscan salvarse y con ellos a Fraga, y dicen: que en esa esquina no había senda peatonal, que no había semáforo, como si las senda peatonales en esta ciudad no se contaran con los dedos de la mano y como si no faltaran semáforos; que iban distraídos, como si para que te atropellen a 120km fuese necesario ser un torpe que no sabe cruzar la calle; que estaban borrachos, como si la vida de un borracho no fuera vida... Buscan salvarse de saberse Fraga, de saberse verdugos y para eso culpan a las víctimas, culpan a María y a Lucas, por ser víctimas, por haber sido muertos arbitrariamente. Esto no se los vamos a permitir.
Esta parte demasiado importante de la sociedad no es estéril y ha dado un espantoso fruto. Este espantoso fruto es la indiferencia para con las víctimas en los distintos centros de poder de esta sociedad. El diario local que a pesar de ya haber pasado tres meses del asesinato, continua diciendo que María tenia 19 años cuando tenia 25 y tratando solo superficialmente el caso siendo indiferentes a la información que han recibido sobre antecedentes similares de este asesino. El intendente, que a pesar de escuchar nuestro silencio lleno de dolor frente a la municipalidad en tres oportunidades sigue sin hablar, ni como intendente evitando explicar porque hizo ese bulevar que le dio solo votos en vez de priorizar la instalación de semáforos o lomos de burro que seguramente hubiesen salvado dos vidas; ni como excompañero de la universidad de María y de algunos de sus amigos en aulas donde pocas veces superamos los 10 alumnos. Y por supuesto, la imperdonable indiferencia de la justicia que no dudo un segundo en dejar libre a Marcelo Alejandro Fraga. Y se ha llamado a silencio, como si no le debiera una explicación a la sociedad.
Todos ellos, sin duda tendrían que ser actores comprometidos con la justicia y el futuro de esta ciudad, pero dicen mientras se frotan las manos: “Bueno, la cagada ya esta hecha... Yo me voy”.
álvaro l. Urrutia


viernes, 13 de junio de 2008

ALGUNAS PALABRAS SOBRE OLIVARI A PROPOSITO DE UN POEMARIO QUE REUNE TRES OBRAS SUYAS
por Osvaldo Costiglia y Álvaro L. Urrutia

Nuestro autor entra en la escena literaria argentina en el momento en que Buenos Aires dejaba de ser La Gran Aldea de López iniciando su camino hacia la urbe amenazante y cosmopolita de Arlt. Había, por ese entonces, dejado atrás los 286.000 habitantes de 1880 para alcanzar los 2.200.000 de 1930. Salto dado desde el mundo rural del Buenos Aires post Caseros hacia la ciudad moldeada por el aluvión inmigratorio.

Olivari es el poeta que desde y en los márgenes de la sociedad, en los años 20, olfateó, como dijo Giannuzzi de Almafuerte, la ropa sucia en los aposentos respetables. Márgenes representados por la prostituta, los habitantes de la noche y todos esos seres vencidos que el tango visitó, incluyéndose él mismo en esa pintura: “ya no puedo más, vencido y roto / quede mi ánimo en la brutal jornada / he seguido tus huellas oh! Mi amada, / pero este viejo mal que viene ignoto / el fondo de mi mismo más remoto / me trunca y me deshace como nada” (Porque, 1924). Todo esto que nuestro poeta atisbó, por así decir, desde la vidriera, terminaría aflorando en los 30 a la vista de todos, porque en esos años cierta Argentina tocó fondo.

Olivari, sin embargo, no fue un cronista, todo lo exasperado que se quiera, sino un poeta que rastreaba detrás de las miserias que plantaba en sus textos, un más allá sombrío, que hacía que esas líneas tuvieran, y todavía tengan, una fuerza singular característica. Su voz nos habla aún: “¡Allá! ¡allá! Es tu interjección eterna / ¡más allá!, ¡más allá! Debe estar la verdadera vida / Fuma tirado en el lecho, fuma, / y silba el tango sin fin / que comenzó en la esquina del arrabal del mundo... (¿Sabes, compañero? 1926)

Sus imágenes, a veces atropelladas, no dejan nunca de sorprender con giros impensados. La desprolijidad, que en su época pasaba por defecto, nos parece deliberada, pues fué en aumento en estos sucesivos poemarios. Paradójicamente, o no tanto, permite al lector acceder a una visión no convencional del Buenos Aires de esos años. Hay una curiosa analogía entre esa ciudad abigarrada en su crecimiento desordenado, dominada por la omnipotencia del trabajo, que dejaba tantos seres a sus márgenes, con esa impronta que Olivari se empeñó en darle a sus poemas.

Hay todo un universo de imágenes provenientes sobre todo de la poesía francesa (Baudelaire, también Villon y Verlaine) que entran sin esfuerzo en los arrabales porteños de Olivari, como si pasaran sin transición de alguna callejuela de París a un bar del Once, un cabaret de la calle Corrientes o una cantina del puerto. El acercamiento de Olivari a estos grandes maestros está en función de la singularidad poética y vital más que en su adscripción a alguna estética que la crítica literaria pueda haber hecho de ellos.

A pesar que nuestro poeta después de la edición de La amada infiel abandono las filas del grupo de Boedo para acercarse al grupo de Florida, siguió siendo fiel al pensamiento de los primeros que aseguraban que la literatura debía contener la nota agria de la verdad dicha sin limitaciones y el sollozo sordo de la miseria y el dolor (Olivari y Barletta). Esto nos indica la libertad con que, el autor de La musa de la mala pata, asumía su poética, ya que no veía al parecer contradicción en esto.

No falta en los poemas de Olivari el escepticismo en clave de humor y aún una veta nihilista que evidenciaría ciertas lecturas nietzcheanos trenzadas con la imprecación almafuertiana: “no creas en nada y no lo digas, / muestra tu cinismo como una lápida / que te soterré en vida... / Ppregusta la muerte de tus chistes suicidas... (Insomnio, 1926)

Por un lado tenemos su postura cuasifilosófica, que lo hace convivir y vivir con este nihilista que ante el silbato policial “cierra el portal, pone a la moralidad un dique”(Piringundin, 1929); y por otro lado su sensibilidad poética: “Yo tengo un tristeza sin vuelta de hoja, / una tristeza fundamental, / que ensucia las paredes de lo que se llama sentimiento / y se ensaya en amor (Pero la verdad es esta. 1926). Estas se fusiona, con genialidad, en su amor a esas mujeres del arrabal prostitutas o leprosas.

El protagonista de estos tres libros principalmente es la mujer pequeño-burguesa que habita en los márgenes, atadas a su torpe destino prostibulario, como bien lo ven Ana Ojera y Rocco Carbone, en el completo estudio preliminar que posee esta edición. “Cara exdactilografa, actualmente prostituta, / tu caso es un simple caso de permuta / en la bolsa social.” Los títulos de estos tres poemarios no dejan duda sobre esto: La amada infiel (1924), La musa de la mala pata (1926) y El gato escaldado (1929). Aclara Olivari: “Ahora amo a las mujeres de ojos grises / como el acero que domina la ciudad.” Nos dicen en el estudio preliminar: “en ellas, en sus cuerpos, el poeta ve inscrita la brutalidad del “progreso” que estaba tomando por asalto a la ciudad”. Y continua más adelante “la prostituta es la única honesta, en tanto deja claro que todos somos mercancía, susceptible de ser comprados o adquiridos”, y esto lo sabe mas que nadie nuestro poeta: “Musa transparente, /hueso solamente, / cutis puramente, / yo fuí tu cliente / hay que pagar!” (Plegaria única, 1926)

Es esa sensibilidad sucia y desprolija la que en definitiva la que lo está salvando del olvido. Un puente en esa salvación es esta pequeña gran edición de tres poemarios suyos muy entrañables que hace El 8vo loco. Ya quien quiera leer a este imprescindible poeta, que es Nicolás Olivar no tendrá que pasar horas revolviendo las mesas de libros usados en las librerías, El 8vo loco nos regala a los lectores de poesía esta manuable edición de sus tres primeros poemarios. Que además cuenta no solo con un detallado estudio preliminar sino también con los prólogos a las primeras ediciones de estos libro, los comentarios que hicieron sus compañeros de Martín Fierro de sus poemas, y las correcciones que el autor fue haciéndole a estos libros. Brindemos por ellos, y por Olivari. ¡Salud!

reseña publicada en "La Posición", número 11/12. bahía blanca -julio de 2007.

jueves, 12 de junio de 2008

pequeño homenaje


el mortal se pasea caprichosamente
por la vida verde
el mejor juego casi fue
casi sin un pie
frunció el ceño y siguió

tal vez alguna droga
llora sobre todos los excesos
cada dos o tres soles
se pone de pie una vez más siempre
saca pecho panza abano lo que sea
y escupe mil palabras
populistasviolentas cabecita negra
se nos va con las putas
putea a las putas
derrama
la inmensidad de su estirpe
sobre el pueblo

este nuestro dios mortal derrama su inmensidad

las corre por los campos verde
por las frías cordilleras
por las musicales selvas
ellas gritas seductoras
les ofrece su mano
y les llena los vientres de mil hijos
en el paso chueco

este nuestro dios mortal
se derrama