viernes, 19 de septiembre de 2008

gente, Maggie de Koenigsberg tiene pag, www.maggiedekoenigsberg.com.ar, en ella no faltan, a demás de su obras, poesias.

hay dos mias, de alguna noche conversada con los demonios de sus telúricas latinomericanistas pinturas.

los invito a darse una vuelta (no del todo).

miércoles, 17 de septiembre de 2008

martes, 16 de septiembre de 2008

Jorge Leonidas Escudero. Un poeta para comprendernos.

por álvaro l. urrutia

La vida en nuestro continente latinoamericano, por más que se quiera negarlo, se encuentra estrechamente ligada con el paisaje. El esplendor inmenso de la cordillera, de las selvas, de la pampa, de la patagonia domina y condiciona al hombre americano. Quienes ven en esta condición el gran mal de nuestras sociedades intentan negarlo o superarlo con la vida ciudadana que permitiría al hombre ser independiente de estas fuerzas dominadoras. El fracaso está a la vista, en las grandes ciudades nuestro ser se halla aun más alienado. La “civilización” en estas tierras no es más que una postergación eterna. Pero ¿Qué es lo que hay acá, si no es “civilización”? La vida en estas tierras es sobre todo bárbara.
Esta barbarie pide a gritos ser escuchada y comprendida; pero, según parece, estamos empecinados en aplastarla con esa ilusoria piedra que es la palabra “civilización”. No es fácil poner nuestra atención sobre lo que se intenta abolir desde hace siglos. Es necesario no demorarse más, salir del encantamiento de los espejitos de colores, y poner la mirada en esta barbarie, que no es menos que lo que somos. La poesía de Jorge Leonidas Escudero, poeta sanjuanino nacido en 1920, es una de las puertas de entrada hacia la comprensión del hombre latinoamericana. Nuestro poeta es un hombre de experiencia americana y por ello mismo, su poesía, nos acerca a la compresión de nuestro ser.
Escudero es un hombre parte de la cordillera sanjuanina, caminador de esa abrumadora y hostil inmensidad. Buscador de plata, oro, piedras conversadoras y palabras que digan lo buscado. Con lo que se busca es con lo único que se conversa en la inmensidad. La ambición del catitetero no es más que diálogos. Pero estos diálogos son conversaciones con el tiempo tatuado en las piedras en los sonidos del viento, con las voces silenciosas de los antiguos habitantes, con los fantasmas visitadores de los caminos, y con el cuerpo cansado, arrinconado en el vino. La realidad es aprehendida por Jorge Leonidas Escudero en este dialogo, que no es sino sabiduría de siglos. Su poesía, por esto mismo, es sumamente respetuosa del tiempo que el paisaje sanjuanino da a su realidad. Respetuoso de destino, capricho divino o armonía natural, que desde el más allá nos elige el camino.
En nuestro poeta la experiencia antecede en mucho a su poesía. Esta recién comienza a escribirse a los cincuenta años de Escudero. Esto no es solo un detalle biográfico, su obra poética está edificada sobre esta tierra firme que es su experiencia. Experiencia en un primer momento de senderos cordilleranos, de frustraciones mineras, y de conversaciones entre vinos; en segundo momento la experiencia ciudadana, crítica de esa vida vacía de contenido por momentos, bañada de recuerdos cordilleranos y mineros, y entregada al juego caprichoso de una ruleta y las visitas a algún bar.
Espero que estas palabras, pretenciosas y arbitrarias, puedan acercarlos a una relectura de la poesía de Jorge Leonidas Escudero, para quienes ya hayan tenido contacto con su obra; y que logren acercar a ella a quienes no la conocían.


Selección de poesías de Jorge Leonidas Escudero
de álvaro l. urrutia


Apriete

Atiéndanme a esto que les digo aunque
antes ya lo dije, pero
sean buenos porque necesito
compañía neste asunto.

Que otra vez fui a dormir a campo abierto
y al despertarme al rato veo
al cielo echado sobre mí.
La Cruz del Sur clavándome el pecho,
las Tres Marías ciñéndome la frente y
un lucero espantoso apretándome la garganta.

E me exigían hablara que qué relación
tenía con sus esplendores,
que si sentía la inmensidá en mí,
la presión del Universo, dijera algo.

Cerré ojos y estuve desvelado
pensando que les decir qué
si no sabía nada de nada. Pero musité:
Señoras estrellas yo soy un humilde
buscador de piedras que vine a la montaña
y soy inorante de vuestras grandiosidades.




El vino triste

Agazapada casa m` está sperando
en que vuelva a allá y voy ya voy
digo pero no voy sino me hundo
cada vez más en este bar.
(Tráigame lo de siempre.)

Casa qu` en preguntarme insiste. No
sé respondo sólo hice allá
un adiós como decir tal vez, no sé.
¿Y qué pretendo aquí?
¿Salvarme del pasado cerme el sordo?
Late
la casa y acecha ver qué hago.

Sí, debo tener cuidado, hoy
estaba entre los aburridos aquí
y de repente hice un ademán así
como a tomar el ómnibus de vuelta a, y
lastimosamente derrame el vaso de vino.

Avergonzado
salí a la calle para como siempre
seguir quedándome.
Soy el desaparecido de allá.




Boliche

Esperando a su huérfano en la ruta sombría
Alguna de vacía silla totora está.
Mugre de viejos días ensucia las paredes,
las moscas se pegan a los vasos.

Sale afuera diez pasos el vino y refermenta
junto a la acequia orina y yerbamota.

Un uú de paloma callejonera impulsa
la brisa en los poemas últimos del verano.
Cuatro flacos atados a la vara dormitan
y cabizbajos
sueñan que los pialan con pasto.

Por cuestiones de alcohol llega a veces la muerte,
ese “bicho que pica sin remedio en botica”.
Veces sale un borracho y explica,
lo inexplicable
con un grito en la noche.



Maullido

Maullaba un gato ayer, hablaba
con voz ronca, pedía
presencia de gata.
Tonces mi hija Rosi dijo ahí,
ahí ronda otra vez ese gato dañino
que se mea en las plantas del jardín.

Sí, dije, lo oigo, anda
como dolorido y no voy a correrlo.
Dejalo hija dejalo, respetémoslo,
yo también anteayer de los antiayeres
vociferé al compás de una guitarra
en busca de la que fue tu mamá.


Extrañamiento

Apareció nun árbol de la plaza, supe
no era paloma casera sino
venida del campo. Oí su canto salvaje:
kuúu ku ku kuúu.
Lamentábase, decía que
este mundo de la ciudá es confuso es
puro ruido.

Lloraba eso y tomé la palaba, dije
te asusta la ciudá y viniste
a compartir conmigo tu extrañamiento
pero no necesito ayuda gracias no
quiro escuchar conferiencias tristes.

La paloma voló seguramente
para no insistir con su lamento.
O sea: nun banco de la plaza quedé ntrinstecido
e iba kuúu ku ku kuúu runrunear yo también
pero tuve miedo
no fuera que algún transeúnte pudiera pensar
¿qué le pasa a este güevón?
Por eso es quedé pensativo, mudo, claro:
Allá en los lejos campos de mi querer
la soledá no andaba adentro de uno,
sino afuera y sin hacer ruido.


La creatividad

Viene de antes que vos y sorpresivamente
a veces te habla.
Mientras tanto el artista hace
garabatos y cree
gobernar la manija creativa.

A veces se te asienta
el pájaro famoso de la inspiración
y otras un sapo intuitivo
salta en tu pecho y caza hermosa mariposa.

Creíste ser el creador de eso
cuando era el otro,
el que está escondido siglos y siglos atrás
y te habló porque estabas propicio a escucharlo.

Pero vos creíste ser el fabricante de crear
cuando más bien agradecé
porque te arrojaron desde lejos, si acaso,
un pedazo de verdá.

Porque antes de eso
cuántas veces creíste que sí,
que eras vos el creador y al intentar
hacer arte sólo hiciste
palos de ciego, merdosidá.

Luego si nadie es creador ¿qué pasa? Nada,
porque todo es garabatear mientras se espera
que desde lejos, de alivio,
se te asiente un pájaro hermoso
o el sapo intuitivo te entregue una mariposa.



Sisieguesé on Jorge

No se insista on Jorge no se insista
en buscarle seis o siete patas al felino,
no se haga caso cuando quiera meterse
en lejanías;
abajesé del caballo, inserte
la cabeza en l`arena
y escuéndase de sí mismo.

Recuerde usté es criollo de aquí,
destas piedras
y no tiene querencia en el cielo.
Por cierto no es su culpa ber creído
lo que le han dicho los pájaros. Desentiéndase
de prestar oídos a tales murmullos, escuenda
la cabeza en l`arena.


Tiempos bravos

Otra vez fue esa vez cuando veníamos de Chile.
Oscura estaba la Cordillera.
Tuvimos que atropellar
disparando a la muerte sonsa
que a veces traen los temporales.

Rumbo a Barreal
Bajamos de Las Pichireguas y a gatas
subimos por La Fortuna. Los animales
con la nieve hasta las verijas.

Éramos el Güilo Varas, el Mañungo Rojo
y quien esto dice. Llegamos
a la orilla del río. Traía miedo el agua
y en medio de la ocuridá cruzarlo ¿era chiste?

Yo en una mula flaquita ¿caramba!
¿iba a quedarme atrás? ¡si se cagan!
apreté las espuelas a ver que el destino
decía de mí. Dijo
tirarme a l`otra orilla y dejarme vivo
pa contarle a ustedes que esa vez
tragué tanta agua que ahora
al verla me da asco y tomo vino.


El pantasma

Justo andaba al tranquito del mocho mohino
helando camino entre Barreal y El Leoncito,
noche clarita,
cuando se me (en Las Piedras Pintadas)
susta el animal.
Era un bulto en blanco, alto a hombre,
que sale y ataja. Alto y más.
Tonce el macho salta de güella a juria y,
tropezando piedras, de herraduras saca chispas.
Que me caigo y no me caigo me sujeto,
miro p`atrás y del pantasma ni señas.
Mejor así.
Esto ha sío ce mucho y todavía toy sustao.


La busca

Con rumbo incierto llego, oscurece,
suelto la mochila y descanso
pero sé que aún no he llegado. Mañana
debo salir de nuevo en pos de buscar
lo que nadie ha visto.

Es ser como el primer hombre
que caminó esta tierra de polo a polo
a sólo talón rajado,
llegando y partiendo naa más.

Así es mi asunto avanzo a territorios lejos
pero a veces me pierdo, doy vuelta en cículo
y se me lloran los ojos de pena.

Mañana con la fresca
he de salir contento en procura
de lo mismo de siempre y ya sé ya sé,
no me lo digan,
llegará el día oscuro en que dejaré de buscar:
lo desconocido se habrá olvidado de mí.


Transmutación del oro

Dormitaba en la plaza acurrucado
en un banco hacia frío había ido
a no sé qué.

El caso es estaba y de pronto
me alza un cóndor en alas y me lleva
a la Cordillera de los Andes.

Ahí vi contra las rocas florcitas amarillas
y ellas me reconocieron;
entonces les pase las manos por encima,
suavemente
como cuando se acaricia un gato.
Estremecidas por el viento
me devolvieron el cariño arqueando el lomo,
apretándose a mi mano. Les digo
que hasta llegaron a runrunear.

Esto es más hermoso
que mi quimera del oro en esa Cordillera.


Poetas

La poesía viene y yo comedido
me ofrezco de puente para que llegue a otros.
Ella en el mundo de las analogías busca
relaciones ocultas y me las dicta.

Y es difícil ser fiel porque uno mete
palos de ciego, ocurrencias, vacío.
Ella aspira ha hermosura
de fondo y forma, quel poema dé
chispa y se hunda en tierra-tiempo donde
se pierda la firma del que transcribe.

Es que soñaste ser creador
pero la poesía te usa abusa
de tu ignorancia y te hace creer que sí,
quel poema es tuyo cuando sos
el muñeco del ventrílocuo Sol
Viento Camino Cielo Amor y Dolor.



(texto y seleccion publicados en suplemento "Tela de crayon" del diario Jornadas de Trelew, y resientemente en "esto no es una revista literaria")

jueves, 4 de septiembre de 2008

escrache a la anonima (mejor dicho a "ladronima")




que bronca que da, la puta madre!
pero, que bueno saber que no va a haber silencio.que grande el chelo, roman y jorge

martes, 2 de septiembre de 2008

algunas de las pinturas de Reflejos de la memoria.

Duilio Pierri. Atravesando el bosque.

Por álvaro l. urrutia

La obra de Duilio Pierri está atravesada por una búsqueda de lo esencial, de su propia identidad y con ella de la nuestra, a veces inaprensible. Se entrega al capricho de las materias y las formas determinadas por la situación histórica que lo rodea sin reparar en convenciones estéticas. Es producto de este andar que hoy nos presenta la serie “Reflejos de la memoria”.

El paisaje es la elección de nuestro artista. A través de él su mirada se reencuentra con la dimensión indoamericana. Presente ahora, por la empecinada negación, en colores y ritmos impredecibles. Pierri es consciente de que más allá de todo esfuerzo, lo que nos determina es lo telúrico; y por eso deja entrar en sus pinturas las voces de los antiguos del continente.

Duilio confiesa que siempre pintó paisajes, que implícitamente toda su obra está situada en estos escenarios. Aunque oculto en las etapas anteriores, el paisaje sobrevive entre ciudades, interiores, acontecimientos míticos, históricos o literarios.

En la serie de Interiores (1970-1980) el paisaje se filtra por las ventanas, espejos y cuadros de las habitaciones; también en las paredes encontramos cielos, árboles, ramas, frutos, y rutas que parten los campos . Hasta las figuras humanas tienen cabezas o cuerpos de animales. En la etapa de Nueva York (1980-1986), a través de los ventanales de los edificios y en los ojos-espejos de los mosquitos y moscas que recorren la ciudad, aparecen bosques y ramas, antecedentes de la serie que nos presenta. Las figuras son formas caricaturescas, apenas contornos, determinadas hasta casi la inexistencia por el ambiente en el que se encuentran.

Su búsqueda entre 1985 y 1986, a partir de El mito de Narciso, se dirige hacia lo mítico, histórico y literario. A su interpretación artística se le impone el paisaje. Así vemos, tanto en la serie nombrada como en El matadero, Sonetos de Miguel Ángel y Serie clásica, al hombre-dios producido por la inteligencia humana universal haciendo equilibrio en la escena.
A pesar de sus magnánimos esfuerzos se disuelven en el paisaje, y de sobreponerse a este lo hace con gestos desproporcionados. El artista se acerca a los antiguos que pintaban en piedras con materiales poco dóciles, pero acá el límite que existe es espiritual.


El paisaje que en las primeras etapas aparecía implícito, en un papel secundario, o en detalles casi casuales, comienza a explicitarse a principios de los noventa siguiendo un proceso por el que llegamos a la muestra actual donde él es el absoluto protagonista.

A pesar que algunos críticos vieron en este giro de su obra un retroceso, Duilio continuó redoblando la apuesta. Siempre supo que el desprestigio del cual es víctima el paisajísmo es injustificado y merece ser revertido.

En la supuesta tranquilidad de este nuevo horizonte se encontró con lo que había estado buscando. Eligió el paisaje por el desafío que implicaba. Lo imaginó como “naturaleza muerta”, pero lejos de ser así, encontró un profundo, impredecible e incesante movimiento. Este es lo esencial e identitario continental que como un río subterráneo toma voz en los colores del bosque.

Hoy, después de más de una década de pintura paisajística, su mirada no va hacia ellos desde una frialdad objetiva sino que se mueve por la herencia secreta, propiedad de los demonios continentales que revuelven la subjetividad americana.

En la serie Reflejo de la memoria se aleja de presentar la totalidad del bosque para recortar y hacer foco en pedazos desde donde el artista ahonda en los detalles de su estar cambiando constantemente. Estas pinturas dan la sensación de una aproximación brusca, a tal punto que él no alcanza a esconder sus fantasmas vegetales. Así “Un fuego brilla” nos entrega esa sensación de movimiento que gira la mirada hacia un costado, mostrándonos la velocidad de la percepción.

El paisaje continental no se mantiene callado ante este arrebato del artista sino que deja escapar mil voces indoamericanas, masas indomables llamadas a educar todo lo que se les cruce en su andar impredecible y desenfrenado. Estos cantos, ritmos y gritos son plasmados por nuestro artista con “colores chirriantes” en “combinaciones combustibles”, como bien adjetivó Fabián Lebenglik.

Los cuadros que componen esta muestra van cambiando de espacio y forma con el tiempo y la ubicación del pintor. Encontramos troncos, ramas y hojas-pinceladas que varían caprichosamente. En “Rompecabezas”, doce cuadros pequeños pueden ser mirados como uno solo. Duilio nos coloca frente a un bosque haciendo foco, una y otra vez, encontrando en cada pintura colores y formas heterodoxas e independientes de la totalidad, sin afectar la continuidad del árbol que lo excede.

“Dos alcornoques en el este” y “Comechingón” nos muestran desde una cercanía algo difusa ramas que se enredan, se acarician y se abrazan en una copulación alucinante de colores encendidos a punto de estallar en mil verdades telúricas.

Adentrándonos en el bosque nos abisma la negación del cielo en “Reflejo”. Un elemento que a lo largo de esta serie sólo aparece en los nombres de los cuadros, de clara herencia romántica (“Celestial”, “Fuerza celestial”, “Horas de primavera”…). En el lago o río de esta pintura no se reflejan sino troncos y ramas; y en confusas sombras teñidas por el agua están las hojas-pinceladas de sus bosques.

Lo divino, lo mítico no es un hecho histórico o una fría superstición, Duilio lo encuentra en los paisajes continentales: “Reflejos de la memoria” nos hace entrar al bosque.
No nos queda más que callar.
Oír al menos un ruido que nos ayude a salir por otro lado inevitablemente indoamericano.

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