viernes, 13 de octubre de 2017

Quasimodo. El cuerpo incomodo. Por álvaro urrutia




“Había llegado el momento de negar las leyes que impone el miedo.
Se arrancó el vestido y doblo su abrigo sobre un brazo. Demente y desnuda, se lanzó al diluvio corriendo. Sus zapatos chapoteaban en el barro y la lluvia empapaba. Sufrió una urgente necesidad que reprimió. En la tranquilidad del bosque, Marie se acostó en el suelo. Meo un rato largo, la orina chorreo por sus piernas. En el suelo canto con una voz que enronquecía:
Esta es la desnudez
Esta es la atrocidad”
Marie sale de la casa. Geroges Bataille.[1]

Acontece un encuentro o está por acontecer. Las disyuntivas parecen ser la forma y el contenido. Alguien se expresa en primera persona, no se sabe si hombre o mujer. Se baña, viaja en colectivo. El encuentro comienza desde acciones cotidianas de una vida urbana de estos tiempos. ¿Quién o quienes se encuentran? Vi la obra más de una vez y no puedo arriesgar una respuesta, solo puedo sospechar la intensidad de un encuentro primigenio. ¿Quiénes? Uno, todos y ningunos. ¿Cómo? Así, de todas las formas posibles y de ninguna. ¿Dónde? Acá, en todos lados y en ninguno. ¿Cuándo? Ahora, siempre y nunca.
Quiero hablar de una obra de danza contemporánea. Pretendo definir márgenes de las acciones de siete cuerpos en escena y hallar la trama o construirla con alguna idea. Solo puedo atinar a decir que  Numero 9. Quasimodonos habla de un encuentro y como tal de una relación. El lenguaje que prevalece es el del cuerpo y este siempre es primero andrógino.


Una relación humana es… Mucho hay en juego en cada intento de definir qué. Cuando ponemos la atención en uno de los aspectos se nos diluyen todos los restantes. La muerte, la seducción, lo sexuado, el placer, el amor, el dolor, la angustia... son alguno de los puntos desde los que podemos intentar comprender esta dinámica; pero cada uno de ellos obnubila los otros apenas pretendemos abordarlos. Como si esto fuera poco, existe la muerte conteniendo todas las posibilidades de una relación humana. Un encuentro o una relación implican por lo menos a dos personas o un yo desdoblado (duplicado). Georges Bataille nos dice que cada yo es imagen de un cuerpo[2]y que todo cuerpo surge de una discontinuidad con otro cuerpo, cada vez que lo pienso se me hace mas irrefutable la idea. Toda relación es una relación entre un cuerpo o más de uno que se sabe perecedero, discontinuo. De esto parece hablar Quasimodo. Si algo caracteriza a lo humano es la necesidad de la búsqueda de trascender la finitud de nuestras vidas. Para explicar más claramente esto nos sirve la caracterización del humano como un ser discontinuo que hace Gorges Bataille. No hay continuidad posible de nuestros seres ni siquiera en la reproducción y mucho menos en la muerte. Sin embargo siempre pretendemos escapar a esa discontinuidad. No somos seres contiguos, sino que inevitablemente esto que somos se discontinuara, dejara de ser, a pesar de todos nuestros esfuerzos[3].

Una obra de danza como esta que parece querer hablar de una relación trivial[4], inevitablemente se ve obligada a abordar la problemática del cuerpo y con él las imágenes ficticias llamadas yo. Desde el nombre de la obra Fabián Gandini[5] nos enfrenta con un yo y un cuerpo que corroe la idea de “cuerpo normal”, socialmente estandarizado. Quasimodo es el jorobado de Víctor Hugo[6] o de Disney, es sobre todo un yo moldeado por un cuerpo condenado socialmente.
El nombre completo es “Numero 09. Quasimodo. El proceso de repetir la diferencia.” El cartel  que publicita la obra devela que el nueve hace referencia a la cantidad  de encuentros  en los que montaron la obra[7]. En este proceso Fabián Gandini comienza, antes de poner en movimiento los cuerpos, interpelando a siete bailarines de Bahía Blanca[8] sobre sus biografías y genealogías familiares. Los siete desandan o andan ese camino hacia sus orígenes de otros días, en otros años y en otros cuerpos con los que no hay continuidad posible. Es un sendero discontinuo solo disimulado por los siete yoes que se empecinan en el simulacro de la continuidad.  Solo la ficción yoica hace verosímil la continuidad.
La relación con el cuerpo otro es quizás el problema central del género humano. Cuando nos adentramos en esta cuestión inevitablemente nos embarcamos a pensar el origen de hombre-mujer en cuanto a su razón de ser o estar. Es únicamente en el cuerpo donde somos ciertamente humanos o animales. Suele suceder que cuando problematizamos desde la perspectiva del cuerpo nos colocamos en la dimensión antropológica o sagrada. La danza se mueve casi exclusivamente en este territorio. Lo humano y lo no humano conviven en el cuerpo. En esta disyuntiva se dirime el proceso de la danza.
La danza certifica quizás la única verdad ineludible: el cuerpo. Fabián les pide, para comenzar a componer la obra, que armen un relato autobiográfico, con fechas y datos genealógicos de las familias de cada uno de los bailarines. Ellos traen lo que se les pide: su propia ficción autobiográfica, su propia ficción del yo heredera de los relatos familiares. Traen el escrito, lo leen en vos alta. La curiosidad, la vergüenza, la angustia y el orgullo templa la voz de cada uno al leer su propia ficción de sí. En palabras tienen sus propias versiones de cada uno. Ahora, el cuerpo es anterior al yo; por lo tanto anterior a las relaciones o encuentros. Todos los cuerpos otros, de los que somos discontinuados, también son anteriores al yo. Quasimodo parte de siete yoes escribiendo sus autobiografías y genealogías familiares. Es decir de la construcción de una imagen de sí a partir de datos y recuerdos propios y ajenos.
En los sucesivos ensayos comenzaran, partiendo de estos escritos, el proceso compositivo. Cada biografía sugiere la de cada uno de los integrantes de cada familia. El comienzo de la composición es una gran bola de ficciones que hacen una mayor. Si el yo es una imagen del cuerpo, ahora de esta imagen surge una ficción autobiográfica y el proceso finaliza con esa ficción retornando al cuerpo. Fabián les hace construir esa ficción para deconstruirla hasta vuelva a quedar solo cuerpo.
La certeza irrefutable de que somos seres discontinuos (irremediablemente finitos) está en el cuerpo y ese fue el blanco que eligieron. Varios siglos de un arduo trabajo intelectual y espiritual de las culturas occidentales, de lucha contra la condición de finitud humana han arrojado este saldo. El cuerpo como cárcel, como causa del pecado, como mero objeto de un sujeto, como el lugar de castigo y domesticación. Hasta algunas disciplinas artísticas lo redujeron a algo meramente mecánico, con forma y conductas jerarquizadas a partir de patrones estilísticos. La danza parte de ese lado oscuro: la carne, los olores, el deseo, la desnudez, la seducción, la piel y la pasión. De ese universo primitivo y primigenio, sin el cual no existiría nada -ni los conceptos, ni la razón-, Fabián llevo a los sietes interpretes al extremo más verosímil de sus personas, para deconstruirlos desde los cuerpos en escena. Recrearon con palabras y datos sus ficciones autobiográficas; pero ahora son solo cuerpos moviéndose. Improvisan en grupo. Fabián, mientras desde una netbook  oraciones y frases que se proyectan en la pared del fondo de la sala de ensayo[9], va corrigiendo u ordenando: “Seguí así”, “Acércate. Acompáñala” “Bien Diego. Pero más arriba.” “Bien, pero más chiquitito.” “Se está muriendo. Mírala. Solo vos la ves. Nadie lo nota” “Ro pégale. Ara tenela”. “Seguí con el solo José. No mires a Cami. No ves que se está muriendo”. Los siete en escena deshaciéndose de sus historias, tutorados por Fabián van configurando la obra de danza.  Pero Quasimodo no nos habla de la relación de esos siete cuerpos que ahora vemos en escena. No, nos habla de una relación o un encuentro. El texto que se proyecta sobre el fondo del escenario nos narra un encuentro o una relación. Con entradas y salidas de esa ficción, así como Macedonio Fernández en su Museo de la Novela de la Eterna hace entrar y salir a los personajes de su novela, a gente que pasa cerca y al lector nos explicita esa construcción ficcional que es esa escena que esta frente a nuestros ojos. La repetición que estuvo diferenciándose en cada uno de los ensayos queda explicitada ante el público que observa la obra[10]. Se reiteran escenas con pequeñas variantes.
Los siete intérpretes se ubican de lleno en el plano de phatos. No hay razón, ni orden, ni armonía en la escena. Solo cuerpos dejándose llevar por cotidianos impulsos. Alguien baila en estado de trance, otra padece una convulsión, alguien se acongoja. Hay cachetadas, pisotones, besos y manoseos apasionados. Uno se desarma en llanto y carcajadas. Y todo parece ir hacia movimientos y bailes desaforados y sexuales. Fabián Gandini nos pone en escena la primacía del cuerpo por sobre la razón en la danza. Es la parte maldita[11], primigenia, de la que nace la condición humana. Pero no lo hace con el cuerpo armónico y bello que necesita la danza para simular compatibilizar con el canon estilístico occidental, sino que lo hace desde lo monstruoso y deforme. Es Quasimodo, pero no el jorobado inocente, sino este explícitamente erótico[12]. Un Quasimodo pasional: que golpea, ama, llora, desea, goza del sufrimiento, mata, rompe en carcajadas, desea, baila y disfruta sexualmente.

Numero 9. Quasimodo. Repetición de la diferencia es una obra de danza contemporánea que parte del extremo negado de lo humano.  Es una obra erótica que busca desafiar los vetustos patrones estéticos que aun entre muchas obras contemporáneas reina.

Bibliografía:
-         Charlotte d`Ingerville y otros relatos eróticos. Georges Bataille. Ed. Cuenco de Plata, Buenos Aires, 2008.
-         El cuerpo y la mirada. Desvelando a Bataille. Gines Navarro. Ed. Anthropos. Barcelona, 2002.
-         El Erotismo. Georges Bataille. Ed. Tusquets. Barcelona, 2010.
-         Museo de la novela de la eterna. Macedonio Fernández. Ed. ALLCA y Fondo y Cultura Económica. España, 1993.
La transparencia del mal. Ensayo sobre los fenómenos extremos. Jean Baudrillard. Ed. Anagrama, 2006.

NOTAS:


[1] Fragmento del poema “El muerto” de Gerges Bataille.
[2]El hombre modela su cuerpo y se construye a imagen y semejanza de esa falsa imagen, de ese ídolo. El yo, imagen idealizada del cuerpo, niega que este es pluralidad, composición, inestabilidad, precaria construcción, duración relativa en el fluir del tiempo. El yo es un producto de aquella re-pulsión hacia el devenir y el caos que es el cuerpo, el producto ultimo de la confrontación entre metáfora y parodia”. El cuerpo y la mirada. Desvelando a Bataille. Gines Navarro.
[3] “Somos seres discontinuos, individuos que mueren aisladamente en una aventura ininteligible; pero nos queda la nostalgia de la continuidad perdida.” El erotismo. Georges Bataille.
[4]“Mientras se ducha antes de salir, su cabeza se da cuenta que está intentando encontrar un orden sobre lo que hicieron. En su carne el miedo tiembla, parece a estar se sabe enamorada o enamorado, sí es verdad todavía no sabemos si es él o ella, porque lo que importa es encontrar el orden de este encuentro. Mientras el agua caliente se relaja su cuerpo piensa un supuesto texto para el comienzo: durante tres meses se encontraron 9 días, con un total de 55 horas de trabajo. Ellos van a ver si es posible el encuentro.
Alguien se pregunta, las horas son reales o de ficción. ¿Es real el tiempo?” Texto con el que se promociono la obra.
[5] Fabian Gandini es  director de Quasimodo. Numero 9. Repetición de la diferencia. Profesor del IUNA y ha trabajado en montaje de obras en diferentes lugares de Latinoamérica. Desde hace cuatro años viaja a dar seminarios de producción, de improvisación y técnica de danza contemporánea a la ciudad de Bahía Blanca. En el marco de este proceso de formación surgió la obra de la que ahora hablamos.
[6] Nuestra señora de Paris. Víctor Hugo.
[7] Ver Nota 3.
[8]Rosina Gungolo, Facundo Arrimada, Diego Enrrique, José Gungolo, Camila Bresciano, Araceli Marquez y Andrea Vera.
[9] El lugar en donde acontecieron los ensayos fue en el Espacio Cultural Pez Dorado de la ciudad de Bahía Blanca.
[10] Un Bosque pensado a partir de Deleuze. Ensayo sobre el cómo de una composición artística. Álvaro Urrutia.
[11] “Es una violencia infringida a la razón, pero hay que reconocer la vitalidad de esta violencia, de esta inflación imprevisible que lleva las cosas mas allá de sus fines, en una hiperdependencia a otras condiciones finales.”  El teorema de la parte maldita. De La transparencia del Mal, Jean  Baudrillard.
[12] “El erotismo (…) es un desequilibrio en el cual el ser se cuestiona a sí mismo, conscientemente. En cierto sentido el ser se pierde objetivamente, pero entonces el sujeto se identifica con el objeto que se pierde. Si hace falta,  puedo decir que, en el erotismo, YO me pierdo. Sin duda no es esta una situación privilegiada. Pero la perdida voluntaria implicada en el erotismo es flagrante: nadie puede dudar de ella.” El Erotismo. Geroges Bataille.