lunes, 16 de junio de 2008

CARTA ABIERTA A LA SOCIEDAD BAHIENSE
Frente a un hecho como la muerte parece que el entendimiento se abre, o se quiebra dejando ver hasta lo profundo nuestra esencia. La muerte acontece y se nos presentan un abanico de posibilidades, de lugares, desde donde intentar comprenderla. El lugar de los familiares, de los hijos, de los padres, de los hermanos, de los sobrinos... el lugar de los amigos, el lugar de un conocido etc. Cuando la muerte se da en forma trágica, esta nos exige tomar posición, elegir nuestra forma de mirar, rápidamente sin tener tiempo de pensar, por esto mismo esta surge de lo más profundo y más autentico de nosotros. A veces sucede que la muerte es consecuencia de otra persona, es decir, que tiene un verdugo. De esta forma el abanico de posibilidades se amplía ya que en este caso uno puede elegir ponerse en el lugar del verdugo frente al hecho trágico.
Las dos muertes de la madrugada del 16 de marzo de este año, cuando Marcelo Alejandro Fraga a más de 120km, atropello a María Mellado y Lucas Ramoscelli terminado arbitrariamente con sus, para nosotros, amadas vidas; corrió, y sigue corriendo, el velo que no nos permitía ver y comprender demasiadas cosas. Lo que sucedió es fácil de describir: los chicos salieron de “Agárrate Catalina”, cruzaban la avenida Alem por la esquina de Primera Junta abrazados y casi terminando de hacerlo, ya llegando al centro del bulevar, Fraga, sin siquiera disminuir la velocidad de su auto, los asesino sin darles tiempo de hacer nada. Este señor, después de frenar el auto a unos 30 o 40 metros, se acercó miró a Lucas que estaba tirado ya sin vida, y sobre esa vida que él había acabado, dijo con increíble sangre fría: “Bueno, la cagada ya esta hecha... Yo me voy”. Mientras los amigos de los chicos que estaban en el lugar caminaban en circulo, se agarraban la cabeza, les tomaban el pulso, los tocaban, los miraban, gritaban, lloraban y maldecían no pudiendo salir del asombro ante tremenda tragedia; la gente que presenció el asesinato, viendo la actitud de esta persona no pudo contenerse y reaccionó agrediéndolo con insultos y golpes. Quizás, esto sea reprobable, pero se me hace que de presenciar tal grado de desprecio por la vida, a cualquier humano completo le resultaría imposible reaccionar de otro modo.
Después de la irreversible tragedia le corresponde a las dos familias y amigos pura exclusivamente desarrollar el duelo, primero descargando el dolor en llantos y después hacer que los buenos recuerdos venzan el dolor. Pero esto nos ha sido negado tanto a familiares como a amigos. Acto de imperdonable crueldad. Aun no podemos desarmar el dolor por dos motivos mutuamente relacionados y determinados.
Como dije al principio frente a un hecho como este nos encontramos con un abanico de posibilidades para interpretar lo que sucedió. Mucha fue la gente que con excelentes intenciones se acerco a apoyarnos a consolarnos... pero, mucha fue la gente que detrás de su frívolo consuelo o de una imperdonable indiferencia escondía, y esconde, quizás sin saberlo un Fraga interior. De ellos tuvimos y tenemos que defender a los chicos. Ellos cómodamente, por cobardía, entre el abanico de posibilidades, no eligen ponerse en el lugar de los padres, de los hermanos, de los amigos... sino que se identifican con el verdugo. Entonces, buscan salvarse y con ellos a Fraga, y dicen: que en esa esquina no había senda peatonal, que no había semáforo, como si las senda peatonales en esta ciudad no se contaran con los dedos de la mano y como si no faltaran semáforos; que iban distraídos, como si para que te atropellen a 120km fuese necesario ser un torpe que no sabe cruzar la calle; que estaban borrachos, como si la vida de un borracho no fuera vida... Buscan salvarse de saberse Fraga, de saberse verdugos y para eso culpan a las víctimas, culpan a María y a Lucas, por ser víctimas, por haber sido muertos arbitrariamente. Esto no se los vamos a permitir.
Esta parte demasiado importante de la sociedad no es estéril y ha dado un espantoso fruto. Este espantoso fruto es la indiferencia para con las víctimas en los distintos centros de poder de esta sociedad. El diario local que a pesar de ya haber pasado tres meses del asesinato, continua diciendo que María tenia 19 años cuando tenia 25 y tratando solo superficialmente el caso siendo indiferentes a la información que han recibido sobre antecedentes similares de este asesino. El intendente, que a pesar de escuchar nuestro silencio lleno de dolor frente a la municipalidad en tres oportunidades sigue sin hablar, ni como intendente evitando explicar porque hizo ese bulevar que le dio solo votos en vez de priorizar la instalación de semáforos o lomos de burro que seguramente hubiesen salvado dos vidas; ni como excompañero de la universidad de María y de algunos de sus amigos en aulas donde pocas veces superamos los 10 alumnos. Y por supuesto, la imperdonable indiferencia de la justicia que no dudo un segundo en dejar libre a Marcelo Alejandro Fraga. Y se ha llamado a silencio, como si no le debiera una explicación a la sociedad.
Todos ellos, sin duda tendrían que ser actores comprometidos con la justicia y el futuro de esta ciudad, pero dicen mientras se frotan las manos: “Bueno, la cagada ya esta hecha... Yo me voy”.
álvaro l. Urrutia


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