A 7 meses del asesinato de la joven pareja bahiense Lucas Ramoscelli y María de los Ángeles Mellado, provocado por un automóvil conducido por Alejandro Fraga, y que hoy se encuentra libre, se realizó una marcha en reclamo de justicia y para que se dispongan medidas desde los poderes para que casos como estos no sucedan nunca más.
Un amigo de la pareja, Álvaro Urrutia, expresó su indignación ante la falta de garantías otorgadas por la Justicia. Asimismo, arremetió contra los organizadores del desfile del pasado 9 de julio, los cuales quitaron la ofrenda floral dejados por familiares y amigos de Lucas y María.
Urrutia dijo que "no puede ser que el gobierno municipal controle el tránsito únicamente en el centro. A cualquier hora puede verse en Alem los autos que pasan a 90 kilómetros por hora".
Instó a luchar para que Fraga sea juzgado por homicidio simple y a no dejarse ganar por la impunidad.
viernes, 12 de diciembre de 2008
los 11 poemas leidos con Neuen en el festival del conservatorio de musica de bahia blanca (el 11-12-08)
*****
el cuerpo en su borde
grita alcoholes
grita en cada droga
queda quieto doliendo en el grito
del choque
se cansa
al cuerpo
lo que al cuerpo
que camine la montaña
conviviendo
con el cálido sonido del limite
cantando con la luna y sus sexos
que dance
por los árboles
por los pájaros
por los ríos
para que al cadáver
también le venga una sonrisa
*****
ladrar volvé a tus perros
que con el amor y el sexo
no perdimos nuestra animalidad
volvé a tus perros
que estos ojos ya morochos
saben recuperar la noche
volvé
volvé a tus perros
que escucho una voz
cantar con la tierra
una lengua que es adorno de estos vientos
*****
un cielo
el sol la luna
las estrellas
la belleza obligaba
la belleza no era imagen
paseaba
con el espíritu hacia arriba
el cuerpo era canto y baile
alcanzaba
...
mis pasos van tristes
miro las baldosas
miro las baldosas
quiero jugar a no pisar línea
pienso con el dolor
se elevan mis ojos
grandes edificios
carteles coloridos
un gran árbol disfrazado
...en fin
el ruido mascó cada palabra
el cuerpo llora en un corral
en cuclillas
ahuecados en el huecos
nos queda un calor tinto
decidido a templarnos nuevamente la voz
*****
habita
fragmento de materia
debajo de la lengua
habita
juega con las palabras
dibuja en los ojos
un manantial de vinos
donde se bañan antiguas madres
de caras como sexos
siendo poseídas por mil demonios
en amerindio orgasmo
alzan sus cabezas vaginas nos ven
largan un irrompible gemido
el barro comienza
terminando nuevamente
mujeres y demonios
se vienen vino
el vino ojo
el ojo
pedacitos de todo-no-sé-qué
las madres ay madres
fragmentito de papel
ahí están
acechadoras
debajo de ese eucalipto dueño de mil ratas
*****
habíanse visto sus caras
con sus tres formas
siempre fue posible
el grito ruido
dador de vida
arrojados sobre los huesos
recorren las pampasnoches
como en el origen
los muchos demonios buscándolas
demonios ausentes
por el peso fratricida
de esos pálidos rostros
que se descansaron en la palabra desierto
*****
en un paseo visitando un aire arenoso
las vimos corriendo
los campos
el sol ronroneaba palabras negras
al ver sus cuerpo
los pastos
alumbraron
bellos abismos
con su espinoso verdor
*****
el sonido que no es ruido
es baile
... acá se baila
cien moscas bailan
sobre este mi plato
sobre nuestro arroz
shhhhhhh
que nadie se atreva a hablar
sobre este
nuestro ritual
*****
los yuyos espinosos
rodando en sus campos
se vienen vizcachas
mirando las casas de adobe
los yuyos ruinosos
ruedan por el telúrico vientre
viniendo suicidas
a rozar nuestras ciudades
*****
moverse
hacerse árbol venir huella entre el yuyal
sobre las luces del día
intentar decir en la oscuridad
anochecida
el calmo
silencio de palabras incomodas
después agachando la cabeza
discutir la sangre
para morir
*****
el llamado
nunca desespera
en sus arrugados dolores
el llamado
paciencia
cantar entre dientes
cabeza al suelo
el llamado
sin eco
en nuestros ahuecados bochinches
son perros abandonados
ladrando
a las fisuras a las grietas
*****
volverán con pasos desnudos
a mostrarnos
en caricias los bordes del cuerpo
extasiados estallaran en labios volcan
su voz yendo viniendo por rinconesgritos
donde el viento remolinea
se hará bella entre bolsas infladas
floreciendo pájaro verde colorado amarillo
en la renaciente arboleda
lunes, 24 de noviembre de 2008

en donde conviven poesías de Bustriazo Ortiz, Alberto Muñoz, Dante Sepulveda, Marisa Negri y de quien escribe, con las obras plasticas de Dany Barreto, Juan Batalla, Marcelo Bordese, Maggie De Koenigsberg, León Ferrari,
Dolores May, Ana Montecucco, Duilio Pierri, Emilio Reato, Miguel Ronsino, Ignacio Sosa, Anabel Vanoni
EROTICAMISTICA TOUR - UNDERGROUND
sábado, 22 de noviembre de 2008
Herejía bermeja. Bustriazo Ortiz.
Estamos en tiempos donde con pequeños movimientos intelectuales se comienzan a sanear grandes injusticias consecuencias de soberbios equívocos. El protagonismo que tomó en los últimos dos años la obra poética de Juan Carlos Bustriazo Ortiz es un ejemplo notorio.
Acallados los vientos que movían los aires de las décadas pasadas, lejos de ese fulgor esplendoroso importado desde el norte, la búsqueda poética se dirige ahora a las voces de tierra adentro. Voces abrazadas por la esperanza morena que hoy alimenta al continente.
Es necesario, para acompañar los tiempos que corren, intentar comprender nuestra esencia no solo Argentina sino Indoamericana.
Somos hombres siempre dentro de un contexto determinado, es por esto que impera volver la mirada nuevamente hacia la relación con nuestras pampas. Es en ella donde encontraremos las respuestas, donde se escondió lo que se ha intento negar. Es el medio ineludible para pensarnos. Es medio para reencontrarnos con nuestra esencia.
Son las voces que viven en relación simbiótica con nuestra condición de Indoamericanos las que nos señalaran un eficaz camino.
Bustriazo Ortiz, poeta pampeano nacido en 1929, es una de las voces ineludibles así como Atahualpa Yupanqui para abordar estéticamente las pampas. Su obra va del folclore hacia un surrealismo lírico-telúrico, para llamarlo de algún modo.
Nuestro poeta es un hombre enteramente pampeano, jamás sus ojos dejaron las arenas de estas pampas áridas, a la hora de escribir. Su andar es un mapa encarnado de nuestro territorio y sus gentes. La jeta, llena de alcoholes baratos, se le mezcla en sus palabras con mitos de bares borrachos de vientos y los rezongos dolorosos de los antiguos de estas distancias. El folclore, presente en cada lugar donde el pampeano puede proveerse de alcohol, es sólo tránsito hacia el neologismo telúrico. Cada verso bebe el brebaje de sus neologismos y queda cargado de lirismo, convirtiendo su poesía en un pedazo vivo de paisaje gritando sus verdades.
El protagonista de su arte, de su vida, es la mujer. Que es simultáneamente mujer-hembra, mujer-madre y mujer-tierra. Es la pampa la que en sus mil formas ha enamorando y dominando a su antojo al poeta. El no explica, asegura que se iba caminando a buscar la inspiración, y los poemas le salían así como están, qué alguien se los dictaba.
Aunque algunas de sus obras circulaban con importante aceptación entre poetas, recién el año pasado dos poemarios suyos ( Elegía de la piedra que canta y Unca bermeja) fueron editados en Buenos Aires por el Suri Porfiado, y un cd de audio del Penca recitando sus poemas, Hereje bebedor de la noche, editado por Espacio Hudson (en Comodoro Rivadavia) . Este año Ediciones en Danza a puesto al alcance de todos una antología de siete de los mas de setenta libros escritos por Bustriazo Ortiz. Herejía bermeja, incluye poemas de los libros Elegía de la piedra que canta, Las yescas. Canciones del enterrado, Las pinturas, Canción rupestre, Los decimientos, Unca bermeja, Caja amarilla, Libro del Ghenpín y poemas no datados.
Esta cuidada edición contiene además de un introductorio prologo de Cristian Aliaga, una entrevista a Bustriazo hecha por Andrés Cursaro, una completa cronología y fotos del maestro de la pampa que lo muestran en su autenticidad.
Todo esto hace de Herejía bermeja un libro que no debe faltar en nuestras bibliotecas.
(publicado en DZO nro 6)
domingo, 9 de noviembre de 2008
Maggie de Koenigsberg. Telúrica latinoamericanista.
Moverse desde el arte hacia el paisaje americano es, sobre todo, ir hacia lo raigal, hacia lo profundo. Es soltar la creatividad para que se revuelque en el barro amerindio y abrazarla cuando vuelva completa y ebria de nosotros a nosotros. Maggie de Koenigsberg emprende, a pesar de lo muchos riesgos que esto conlleva, el camino de la genuina comprensión de nuestra realidad.
El arribo estético abre las entrañas de la tierra dispuesto a escuchar y a observar sus más inesperadas manifestaciones. No es esta una búsqueda solitaria. Lejos está el artista de ser un mero intérprete cuasi divino, un pequeño Dios, sino que su andar es por el camino de los muchos. El artista auténticamente americano se abre a la posibilidad de ver bajo la maleza el orgasmo de formas continentales que abisman nuestra perspectiva occidentalizada. En su sincera decisión reconoce nuestra necesidad de pensar con otras categorías desde un paradigma diferente.
Canta el gran pampeano Atahualpa Yupanqui “Lo que antes fue clara huella /se enllenó de espina y barro”. A las antiguas huellas de nuestro continente hay que correrles el velo de más de cinco siglos de colonialismo y neocolonialismo. No es sino el pueblo y la naturaleza (la madre tierra) quienes en sus trotes desesperados, en sus movimientos que exceden toda posibilidad de predicción, revuelven la maleza y el barro dejándolos descubiertos a los ojos del artista.
Las huellas siempre estuvieron, a pesar de los esforzados intentos de ocultarlas o exterminarlas, y determinaron el andar de nuestra disfrazada realidad. Ellas son lo profundo que, en palabras de Rodolfo Kusch, se nos presentan desde la infinitud totalizante como algo tenebroso. Produce miedo. Discute y pone en riesgo la máscara que con tanto trabajo se ha intentado embellecer a través de varios siglos. Las huellas se descubren, toman un papel explícitamente protagónico, y hacen de la pretendida occidentalización del continente una espantosa cicatriz.
Maggie nos enfrenta con lo tenebroso. Su llegar hasta las huellas le costó el barro y las espinas doliendo en su creatividad.
Su obra, como todo sincero y gran arte, desentraña el problema esencial de nuestras sociedades latinoamericanas. El camino es reconciliación con lo telúrico, con la madre tierra. Obligan las circunstancias a alejar a estas pinturas de los barullos estéticos. Maggie no se deja disolver en las perfumadas voces. Su experiencia, su decisión es en y por el barro: como el tan nombrado loto, o mejor, como la totora; su pintura es planta y flor que nace en el barro. Se alimenta de su ambiente. En esta obra laten, gimen, se retuercen y se ven crecer los nuevos frutos continentales, coloreados por mil gestos reivindicadores.
En su primer acercamiento a los paisajes americanos, nos enfrenta a pampas desoladas, o quizás mares, de movimientos preñados por colores tenebrosos; donde nos invade un desconcierto del que intentamos escapar haciendo pie en las pequeñas montañas que se debaten en la fortaleza, entregándonos la sensación de equilibrio en su tosquedad, y la debilidad. Parecen flotar entre un mar de lava y un cielo incendiado. Sensuales formas femeninas armonizan y llenan de vida sus pinturas. Habitamos la sensación de estar abandonados al capricho de terribles e insospechadas bestias telúricas que se mueven disfrazadas de vientos, tormentas, terremotos o mareas y causan un infernal ruido del que nuestros ojos blancos, morochos o mestizos no parecen tener la posibilidad de evitar sin mediación. Voces inconexas y formas casi amorfas. Manifestaciones telúricas que aun no estamos preparados para escuchar, cantan y bailan en estos paisajes.
La máscara puesta y sostenida por ríos de sangre en el viejo continente, impuesta a cruz y espada en el nuestro, cayó haciéndose pedazos apenas comenzado el nuevo milenio. Condenados allá, parecen no querer entrar en razón, alimentándose con su propio vomito. Nosotros vemos a los verdugos caer derrotados y nos atrevemos a comprender que nuestro pasado, presente y futuro no son paralelos al de ellos. Somos amerindios, o indoamericano como guste, no heredaremos de ellos ninguna otra incómoda máscara. Allá queden ellos con su perfumado nihilismo. A nosotros nos toca encontrar y reconciliarnos con las antiguas huellas que se asoman brotando entre el barro y las espinas.
Maggie recibe los guiños continentales. Coloca su pensamiento en consonancia con lo movimientos político-sociológicos. El caos, expresado en esas convulsionadas pampas, comienza a ser dominado por espantosas formas. Las masas silenciadas por la ignorancia y la discriminación salen decidiendo, desde la profundidad de sus raíces, desde la más impredecible inconsciencia, el nuevo camino de nuestras sociedades. En la segunda etapa surgen en sus pinturas bestias que gimen, nacen, crecen, gritan y corren por los campos sin dejar duda de haber sido parte del caos anterior. Aparecen para dominar la escena. Nuestra artista agudiza la mirada, antes extraviada en una lejanía que abarcaba poco, y se focaliza en las formas insospechadas que brotan y recorren sus pampas en absoluta armonía con la naturaleza. Se acerca, no pretende dominarlas, sabe que son inaprensibles para nosotros. Solo las presenta, las pone ahí ariscas en su salud salvaje y regeneradora, frente a nuestros ojos, en su estar. Las plantas se presentan como masas amorfas, o especies de cactus semisólidos con una movilidad extraña, modelados por los más instintivos caprichos. Los animales son cuerpos de raíces desenterradas, corren liberados por los campos con sus activas cabezas vagina o ramificaciones. No hay miedo en su pincel. Las ch’alla1 con vino, ritualizando la relación con el paisaje y la realidad continental, y el pacto quedan enraizados en la madre tierra con la Pachamama.
Las criaturas tenebrosas no sufren modificación sustancial en este rito, permanecen inefables e inapreciables. Dejan caer las cáscaras resecas de las fallidas pretensiones civilizatorias. El arte genuinamente americano, es un pacto con el paisaje, una reconciliación sin vuelta atrás con la naturaleza. Ablanda y derrite con tenebrosos movimientos los cristales de colores que se le habían impuesto a nuestros ojos. El artista, que como Maggie de Koenigsberg, intenta llevar a cabo tamaña empresa se entrega por entero a la irreversible comunión, desnudando las limitaciones humanas para ser reeducados por lo espectral, a ojos civilizados, de ser indoamericano. Por este motivo, su obra progresa desde un escepticismo (nihilista) desolador hacia un latinoamericanismo exóticamente embellecido por un colorido horizonte esperanzado.
Maggie atraviesa el nihilismo, herencia maldita, ingresando a ese aparente caos que a pesar de asustarnos se presenta como la única salida. Su mirada se recorta, y en el detalle encuentra lo que se sospechaba al ver que la decadencia occidental no coincidía con la nuestra. Así, en este tercer momento, entre el barro, las espinas, el matorral confuso, y desde la huella que está abajo, florecen retoños de los montes que creíamos muertos. Queda frente a nuestros ojos el florecer y los frutos paridos indiscutiblemente por nuestra madre tierra. Los colores exóticos dominan estas pinturas florecientes de Maggie, que no pueden más que emparentarse con los de la Wihpala que sostenían hace dos siglos Tupac Amaru y Tupac Katari, y ahora lo hace la esperanza socialista amerindia. Lo que antes se mostraba como caótico, tenebroso y amorfo, comienza a ser síntoma de una cierta armonía, belleza raigal, hija innegable de nuestro paisaje. En las pinturas se ven o se suponen dolores, fuegos, sangre y cenizas, pero las fuerzas no se detienen en su vital movimiento. Las cosas nacen y crecen con formas insospechadas. Las flores y las plantas son manos, ojos, sexos, brazos, dientes, pelos, dedos, cabezas... Un Guernica a la inversa. Mil manos, mil ojos, mil dientes, mil bocas, mil sexos... se reagrupan, se juntan, se abrazan, se hermanan dando un maravilloso testimonio de la humana construcción, no de la destrucción, de un renacer definitivo.
Maggie de Koenigsberg en sus pinturas se entrega a las fuerzas telúricas: sensualmente salvajes. Desde el malezal confuso, con ritos etílicos acaricia y seduce haciendo visibles las antiguas huellas; saluda y acompaña al socialismo renaciente en nuestras tierras.
Celebramos con este escrito la obra de Maggie y con él a los pueblos de nuestro continente. ¡Salud!
Alvaro L. Urrutia
Buenos Aires, 10 de julio del 2008
texto publicado en www.maggiedekoenigsberg.com.ar y en esto no es una revista literaria (nro 2)martes, 28 de octubre de 2008
domingo, 26 de octubre de 2008
1- preparado de levadura:
3 o 4 cucharadas de harina
azucar
1 chorro de agua tibia
y 50gramos de levadura
dejar levar
2- 1/2 kilo de harina 0000
1 o 2 huevos
1/2 taza de azucar
y un chorro de aceite
3- mezclar paso 1 y paso 2
más 1 taza de leche tibia
harinando masa y mesa
4- amasar, darle con toda la bronca
si se quiere 80 golpes (la cantidad es relativa)
5- estirar con palo de amasar
de forma rectangular
6- derretir margarina, 200gr, con azucar
y untarla en la masa
7- arroyar la masa
cortar en trozos de 8 a 9cm (mas o menos)
8- enmantecar el molde
y colocar los trozos verticalmente comenzando por el centro
9- dejar levar la torta
10- ponerla al horno a fuego medio
media hora... que se yo
vayan mirando
11- mmmm que rico!!!!!
advertencias: se recomienda no comer caliente. espere al menos 5min despues de sacarla del horno.
fotos: maría celeste gomez
lunes, 20 de octubre de 2008
Justicia por Lucas y María
lunes, 13 de octubre de 2008
sábado, 11 de octubre de 2008
Hay que tenerle paciencia al mundo. Los libros aparecen solos.

Deje pasar unos meses para regresar al mercado de Las pulgas, esta vez no fue en el piso sino en una mesa donde se dejo ver el libro amarillento de Ricardo Rojas “OLLANTAY. Tragedia de los andes” (Ed. Losada, Buenos Aires, 1949), que por tan solo 4$ me lo pude llevar. El escritor de “El santo de la espada” recrea, haciendo llegar hacia estas pampas la estirpe de los hijos de la luna, la tragedia Quechua de mediados del siglo XV, de la que se conserva una versión escrita de 1770 de Antonio Valdés, “Ollantay. Drama Quechua-Español.”, que casualmente había comprado el 22 de enero, cuando se cumplían dos años de gobierno del aymará Evo Morales Ayma, en La Paz en el mercado del Pasaje Peatonal Franz Tamayo a 4Bs (a 2 $ argentinos)
No soy bueno para las cuentas, pero creo que voy 12$. Me sobran 8 mangos, con el perdón de DZO, me sentare a leer lo adquirido y me comprare un vino y celebrare el comienzo de un nuevo ciclo, de un nuevo año según nuestras culturas originarias, arrojándole el primer sorbo a la Madre Tierra, y brindare por Panait Istrati, por Ricardo Rojas y por el rebrotar de nuestras raíces.
Tendré un rato de felicidad riendo por haber burlado esta vez, al menos, el puto mercado editorial. Mañana seguiré caminando, esperando un nuevo mimo de las casualidades.
26 de julio, 2008
viernes, 10 de octubre de 2008
Sarmiento i la barbarie.
Al comenzar a leer a Sarmiento nos encontramos con un obstáculo: enfrentarse y atravesar esa gran barrera que es su rostro ceñudo y severo que nos acechaba en nuestros días de infancia, en nuestros días de escuela. Pero, para esto alcanza solo con la lectura de los primeros párrafos del Facundo. En sus letras se deja ver en todo su esplendor un Sarmiento, más que ceñudo y severo, extremadamente pasional.
El poeta y maestro de escuela Almafuerte, quien fue visitado por Sarmiento en varias oportunidades, le hace decir a este en los versos finales de su soneto titulado Dijo Sarmiento:
“¡Yo soy de los que rajan, por gigantes,
la dura piel de sus estatuas duras!”
Almafuerte, autodidacta e indomable educador, acierta de forma magistral en estos versos.
El ceño severo es superado largamente por el gran tamaño del pensamiento y el genio de Sarmiento. Hay que dejar claro que esa imagen severa que nos enfrenta desde los bustos que decoran nuestras escuelas, es heredera del automito que recorre su obra. Almafuerte, seguramente también se refería a este automito.
En su libro fundamental Facundo. O civilización y barbarie nuestro pensador deja mas que claro su elección por la civilización; pero, a pesar de su intencion, según mi mirada, queda abierto entre esta elección y la forma en que se encuentra escrito el libro un abismo insalvable. A lo largo del libro vemos como Sarmiento niega con su intención, pero que en sus descripciones se le escapa cierta admiración por ese universo bárbaro, y con él también por Rosas y Facundo Quiroga. Nos dice Matías Bruera (en su libro Sarmiento y la fermentación argentina) “No debemos dejarnos cautivar por su adjetivación. No desdeña a Quiroga, y a Rosas lo considera un rival nada despreciable. Su prosa esta henchida de tal virtud sugestionadora que (...) lo lleva a establecer un sorprendente paralelo con Rosas y a visitar, de anciano, la tumba de Quiroga”. También las descripciones de los elementos bárbaros están plagadas de cierta admiración. Basta leer el Capitulo II Originalidad y caracteres argentinos donde nos dice:
“El hombre que se mueve en esta escena se siente asaltado de temores e incertidumbres fantásticas, de sueños que le preocupan despierto.
De aquí resulta que el pueblo argentino es poeta por carácter, por naturaleza”.
Pero no solo lo admira por sus dotes poéticos, sino también por sus distintas capacidades, que tan útiles le habían sido a la patria en otros tiempos. Léase las descripciones que se hacen en el Facundo del Rastreador, del Baquiano, del Gaucho Malo y del Cantor.
Pero no debemos quedarnos en una comprensión superficial de este libro que determino para siempre el pensar nacional y continental; debemos, también ir mas allá de lo grande, para arribar a eso gigante en él que raja (definitivamente) “la dura piel de sus estatuas duras”.
En Sarmiento por primera vez en el continente Americano la barbarie tiene onticidad. En la literatura que lo antecede, ella era apenas nombrada o absolutamente desdeñada. La barbarie, resultado de un hombre dominado por lo telúrico, es decir por el paisaje, es definido por él, por oposición a la civilización. De este modo, bien o mal, le esta reconociendo una onticidad igual o mayor, a la del ser europeo, civilizado.
En este extremo de mi interpretación, me veo obligado a recurrir, por propia incapacidad y por mérito ajeno, a Rodolfo Kusch quien nos arrojara luz sobre este tema. En La seducción de la barbarie realizando un pequeño juego dialéctico nos dice “en esta oposición entre civilización y barbarie se aísla a esta conceptualmente, se la desentraña de la civilización por resentimiento –pero como en todo resentimiento se participa de lo que es objeto de odio- la civilización (...) brota en cierta manera de la barbarie.” Esta es “una realidad que se da enfrente, que no puede modificarse y que por lo tanto se intenta sustituir violentamente por otra.” Kusch, como es su costumbre, va aun más lejos y sentencia refiriéndose a Sarmiento: “Es un poco antibárbaro por un lado, pero bárbaro por el otro aunque a regañadientes y por seducción. Sarmiento es uno de los pensadores que presiente en la barbarie una fuerza seductora...”
Parece inevitable admitir que con estas palabras Kusch da el golpe certero que raja, definitivamente, “la dura piel de sus estatuas duras”. Pero, también hay que decir que la gran masa capaz de rajar tan duro mármol, el mismo Sarmiento, desde su inconfesada barbarie, la creó, y Almafuerte lo supo.
miércoles, 8 de octubre de 2008
viernes, 3 de octubre de 2008
viernes, 19 de septiembre de 2008
miércoles, 17 de septiembre de 2008
martes, 16 de septiembre de 2008
Jorge Leonidas Escudero. Un poeta para comprendernos.
La vida en nuestro continente latinoamericano, por más que se quiera negarlo, se encuentra estrechamente ligada con el paisaje. El esplendor inmenso de la cordillera, de las selvas, de la pampa, de la patagonia domina y condiciona al hombre americano. Quienes ven en esta condición el gran mal de nuestras sociedades intentan negarlo o superarlo con la vida ciudadana que permitiría al hombre ser independiente de estas fuerzas dominadoras. El fracaso está a la vista, en las grandes ciudades nuestro ser se halla aun más alienado. La “civilización” en estas tierras no es más que una postergación eterna. Pero ¿Qué es lo que hay acá, si no es “civilización”? La vida en estas tierras es sobre todo bárbara.
Esta barbarie pide a gritos ser escuchada y comprendida; pero, según parece, estamos empecinados en aplastarla con esa ilusoria piedra que es la palabra “civilización”. No es fácil poner nuestra atención sobre lo que se intenta abolir desde hace siglos. Es necesario no demorarse más, salir del encantamiento de los espejitos de colores, y poner la mirada en esta barbarie, que no es menos que lo que somos. La poesía de Jorge Leonidas Escudero, poeta sanjuanino nacido en 1920, es una de las puertas de entrada hacia la comprensión del hombre latinoamericana. Nuestro poeta es un hombre de experiencia americana y por ello mismo, su poesía, nos acerca a la compresión de nuestro ser.
Escudero es un hombre parte de la cordillera sanjuanina, caminador de esa abrumadora y hostil inmensidad. Buscador de plata, oro, piedras conversadoras y palabras que digan lo buscado. Con lo que se busca es con lo único que se conversa en la inmensidad. La ambición del catitetero no es más que diálogos. Pero estos diálogos son conversaciones con el tiempo tatuado en las piedras en los sonidos del viento, con las voces silenciosas de los antiguos habitantes, con los fantasmas visitadores de los caminos, y con el cuerpo cansado, arrinconado en el vino. La realidad es aprehendida por Jorge Leonidas Escudero en este dialogo, que no es sino sabiduría de siglos. Su poesía, por esto mismo, es sumamente respetuosa del tiempo que el paisaje sanjuanino da a su realidad. Respetuoso de destino, capricho divino o armonía natural, que desde el más allá nos elige el camino.
En nuestro poeta la experiencia antecede en mucho a su poesía. Esta recién comienza a escribirse a los cincuenta años de Escudero. Esto no es solo un detalle biográfico, su obra poética está edificada sobre esta tierra firme que es su experiencia. Experiencia en un primer momento de senderos cordilleranos, de frustraciones mineras, y de conversaciones entre vinos; en segundo momento la experiencia ciudadana, crítica de esa vida vacía de contenido por momentos, bañada de recuerdos cordilleranos y mineros, y entregada al juego caprichoso de una ruleta y las visitas a algún bar.
Espero que estas palabras, pretenciosas y arbitrarias, puedan acercarlos a una relectura de la poesía de Jorge Leonidas Escudero, para quienes ya hayan tenido contacto con su obra; y que logren acercar a ella a quienes no la conocían.
Selección de poesías de Jorge Leonidas Escudero
de álvaro l. urrutia
Apriete
Atiéndanme a esto que les digo aunque
antes ya lo dije, pero
sean buenos porque necesito
compañía neste asunto.
Que otra vez fui a dormir a campo abierto
y al despertarme al rato veo
al cielo echado sobre mí.
La Cruz del Sur clavándome el pecho,
las Tres Marías ciñéndome la frente y
un lucero espantoso apretándome la garganta.
E me exigían hablara que qué relación
tenía con sus esplendores,
que si sentía la inmensidá en mí,
la presión del Universo, dijera algo.
Cerré ojos y estuve desvelado
pensando que les decir qué
si no sabía nada de nada. Pero musité:
Señoras estrellas yo soy un humilde
buscador de piedras que vine a la montaña
y soy inorante de vuestras grandiosidades.
El vino triste
Agazapada casa m` está sperando
en que vuelva a allá y voy ya voy
digo pero no voy sino me hundo
cada vez más en este bar.
(Tráigame lo de siempre.)
Casa qu` en preguntarme insiste. No
sé respondo sólo hice allá
un adiós como decir tal vez, no sé.
¿Y qué pretendo aquí?
¿Salvarme del pasado cerme el sordo?
Late
la casa y acecha ver qué hago.
Sí, debo tener cuidado, hoy
estaba entre los aburridos aquí
y de repente hice un ademán así
como a tomar el ómnibus de vuelta a, y
lastimosamente derrame el vaso de vino.
Avergonzado
salí a la calle para como siempre
seguir quedándome.
Soy el desaparecido de allá.
Boliche
Esperando a su huérfano en la ruta sombría
Alguna de vacía silla totora está.
Mugre de viejos días ensucia las paredes,
las moscas se pegan a los vasos.
Sale afuera diez pasos el vino y refermenta
junto a la acequia orina y yerbamota.
Un uú de paloma callejonera impulsa
la brisa en los poemas últimos del verano.
Cuatro flacos atados a la vara dormitan
y cabizbajos
sueñan que los pialan con pasto.
Por cuestiones de alcohol llega a veces la muerte,
ese “bicho que pica sin remedio en botica”.
Veces sale un borracho y explica,
lo inexplicable
con un grito en la noche.
Maullido
Maullaba un gato ayer, hablaba
con voz ronca, pedía
presencia de gata.
Tonces mi hija Rosi dijo ahí,
ahí ronda otra vez ese gato dañino
que se mea en las plantas del jardín.
Sí, dije, lo oigo, anda
como dolorido y no voy a correrlo.
Dejalo hija dejalo, respetémoslo,
yo también anteayer de los antiayeres
vociferé al compás de una guitarra
en busca de la que fue tu mamá.
Extrañamiento
Apareció nun árbol de la plaza, supe
no era paloma casera sino
venida del campo. Oí su canto salvaje:
kuúu ku ku kuúu.
Lamentábase, decía que
este mundo de la ciudá es confuso es
puro ruido.
Lloraba eso y tomé la palaba, dije
te asusta la ciudá y viniste
a compartir conmigo tu extrañamiento
pero no necesito ayuda gracias no
quiro escuchar conferiencias tristes.
La paloma voló seguramente
para no insistir con su lamento.
O sea: nun banco de la plaza quedé ntrinstecido
e iba kuúu ku ku kuúu runrunear yo también
pero tuve miedo
no fuera que algún transeúnte pudiera pensar
¿qué le pasa a este güevón?
Por eso es quedé pensativo, mudo, claro:
Allá en los lejos campos de mi querer
la soledá no andaba adentro de uno,
sino afuera y sin hacer ruido.
La creatividad
Viene de antes que vos y sorpresivamente
a veces te habla.
Mientras tanto el artista hace
garabatos y cree
gobernar la manija creativa.
A veces se te asienta
el pájaro famoso de la inspiración
y otras un sapo intuitivo
salta en tu pecho y caza hermosa mariposa.
Creíste ser el creador de eso
cuando era el otro,
el que está escondido siglos y siglos atrás
y te habló porque estabas propicio a escucharlo.
Pero vos creíste ser el fabricante de crear
cuando más bien agradecé
porque te arrojaron desde lejos, si acaso,
un pedazo de verdá.
Porque antes de eso
cuántas veces creíste que sí,
que eras vos el creador y al intentar
hacer arte sólo hiciste
palos de ciego, merdosidá.
Luego si nadie es creador ¿qué pasa? Nada,
porque todo es garabatear mientras se espera
que desde lejos, de alivio,
se te asiente un pájaro hermoso
o el sapo intuitivo te entregue una mariposa.
Sisieguesé on Jorge
No se insista on Jorge no se insista
en buscarle seis o siete patas al felino,
no se haga caso cuando quiera meterse
en lejanías;
abajesé del caballo, inserte
la cabeza en l`arena
y escuéndase de sí mismo.
Recuerde usté es criollo de aquí,
destas piedras
y no tiene querencia en el cielo.
Por cierto no es su culpa ber creído
lo que le han dicho los pájaros. Desentiéndase
de prestar oídos a tales murmullos, escuenda
la cabeza en l`arena.
Tiempos bravos
Otra vez fue esa vez cuando veníamos de Chile.
Oscura estaba la Cordillera.
Tuvimos que atropellar
disparando a la muerte sonsa
que a veces traen los temporales.
Rumbo a Barreal
Bajamos de Las Pichireguas y a gatas
subimos por La Fortuna. Los animales
con la nieve hasta las verijas.
Éramos el Güilo Varas, el Mañungo Rojo
y quien esto dice. Llegamos
a la orilla del río. Traía miedo el agua
y en medio de la ocuridá cruzarlo ¿era chiste?
Yo en una mula flaquita ¿caramba!
¿iba a quedarme atrás? ¡si se cagan!
apreté las espuelas a ver que el destino
decía de mí. Dijo
tirarme a l`otra orilla y dejarme vivo
pa contarle a ustedes que esa vez
tragué tanta agua que ahora
al verla me da asco y tomo vino.
El pantasma
Justo andaba al tranquito del mocho mohino
helando camino entre Barreal y El Leoncito,
noche clarita,
cuando se me (en Las Piedras Pintadas)
susta el animal.
Era un bulto en blanco, alto a hombre,
que sale y ataja. Alto y más.
Tonce el macho salta de güella a juria y,
tropezando piedras, de herraduras saca chispas.
Que me caigo y no me caigo me sujeto,
miro p`atrás y del pantasma ni señas.
Mejor así.
Esto ha sío ce mucho y todavía toy sustao.
La busca
Con rumbo incierto llego, oscurece,
suelto la mochila y descanso
pero sé que aún no he llegado. Mañana
debo salir de nuevo en pos de buscar
lo que nadie ha visto.
Es ser como el primer hombre
que caminó esta tierra de polo a polo
a sólo talón rajado,
llegando y partiendo naa más.
Así es mi asunto avanzo a territorios lejos
pero a veces me pierdo, doy vuelta en cículo
y se me lloran los ojos de pena.
Mañana con la fresca
he de salir contento en procura
de lo mismo de siempre y ya sé ya sé,
no me lo digan,
llegará el día oscuro en que dejaré de buscar:
lo desconocido se habrá olvidado de mí.
Transmutación del oro
Dormitaba en la plaza acurrucado
en un banco hacia frío había ido
a no sé qué.
El caso es estaba y de pronto
me alza un cóndor en alas y me lleva
a la Cordillera de los Andes.
Ahí vi contra las rocas florcitas amarillas
y ellas me reconocieron;
entonces les pase las manos por encima,
suavemente
como cuando se acaricia un gato.
Estremecidas por el viento
me devolvieron el cariño arqueando el lomo,
apretándose a mi mano. Les digo
que hasta llegaron a runrunear.
Esto es más hermoso
que mi quimera del oro en esa Cordillera.
Poetas
La poesía viene y yo comedido
me ofrezco de puente para que llegue a otros.
Ella en el mundo de las analogías busca
relaciones ocultas y me las dicta.
Y es difícil ser fiel porque uno mete
palos de ciego, ocurrencias, vacío.
Ella aspira ha hermosura
de fondo y forma, quel poema dé
chispa y se hunda en tierra-tiempo donde
se pierda la firma del que transcribe.
Es que soñaste ser creador
pero la poesía te usa abusa
de tu ignorancia y te hace creer que sí,
quel poema es tuyo cuando sos
el muñeco del ventrílocuo Sol
Viento Camino Cielo Amor y Dolor.
(texto y seleccion publicados en suplemento "Tela de crayon" del diario Jornadas de Trelew, y resientemente en "esto no es una revista literaria")
jueves, 4 de septiembre de 2008
escrache a la anonima (mejor dicho a "ladronima")
que bronca que da, la puta madre!
pero, que bueno saber que no va a haber silencio.que grande el chelo, roman y jorge
martes, 2 de septiembre de 2008
Duilio Pierri. Atravesando el bosque.
La obra de Duilio Pierri está atravesada por una búsqueda de lo esencial, de su propia identidad y con ella de la nuestra, a veces inaprensible. Se entrega al capricho de las materias y las formas determinadas por la situación histórica que lo rodea sin reparar en convenciones estéticas. Es producto de este andar que hoy nos presenta la serie “Reflejos de la memoria”.
El paisaje es la elección de nuestro artista. A través de él su mirada se reencuentra con la dimensión indoamericana. Presente ahora, por la empecinada negación, en colores y ritmos impredecibles. Pierri es consciente de que más allá de todo esfuerzo, lo que nos determina es lo telúrico; y por eso deja entrar en sus pinturas las voces de los antiguos del continente.
Duilio confiesa que siempre pintó paisajes, que implícitamente toda su obra está situada en estos escenarios. Aunque oculto en las etapas anteriores, el paisaje sobrevive entre ciudades, interiores, acontecimientos míticos, históricos o literarios.
En la serie de Interiores (1970-1980) el paisaje se filtra por las ventanas, espejos y cuadros de las habitaciones; también en las paredes encontramos cielos, árboles, ramas, frutos, y rutas que parten los campos . Hasta las figuras humanas tienen cabezas o cuerpos de animales. En la etapa de Nueva York (1980-1986), a través de los ventanales de los edificios y en los ojos-espejos de los mosquitos y moscas que recorren la ciudad, aparecen bosques y ramas, antecedentes de la serie que nos presenta. Las figuras son formas caricaturescas, apenas contornos, determinadas hasta casi la inexistencia por el ambiente en el que se encuentran.
Su búsqueda entre 1985 y 1986, a partir de El mito de Narciso, se dirige hacia lo mítico, histórico y literario. A su interpretación artística se le impone el paisaje. Así vemos, tanto en la serie nombrada como en El matadero, Sonetos de Miguel Ángel y Serie clásica, al hombre-dios producido por la inteligencia humana universal haciendo equilibrio en la escena.
A pesar de sus magnánimos esfuerzos se disuelven en el paisaje, y de sobreponerse a este lo hace con gestos desproporcionados. El artista se acerca a los antiguos que pintaban en piedras con materiales poco dóciles, pero acá el límite que existe es espiritual.
El paisaje que en las primeras etapas aparecía implícito, en un papel secundario, o en detalles casi casuales, comienza a explicitarse a principios de los noventa siguiendo un proceso por el que llegamos a la muestra actual donde él es el absoluto protagonista.
A pesar que algunos críticos vieron en este giro de su obra un retroceso, Duilio continuó redoblando la apuesta. Siempre supo que el desprestigio del cual es víctima el paisajísmo es injustificado y merece ser revertido.
En la supuesta tranquilidad de este nuevo horizonte se encontró con lo que había estado buscando. Eligió el paisaje por el desafío que implicaba. Lo imaginó como “naturaleza muerta”, pero lejos de ser así, encontró un profundo, impredecible e incesante movimiento. Este es lo esencial e identitario continental que como un río subterráneo toma voz en los colores del bosque.
Hoy, después de más de una década de pintura paisajística, su mirada no va hacia ellos desde una frialdad objetiva sino que se mueve por la herencia secreta, propiedad de los demonios continentales que revuelven la subjetividad americana.
En la serie Reflejo de la memoria se aleja de presentar la totalidad del bosque para recortar y hacer foco en pedazos desde donde el artista ahonda en los detalles de su estar cambiando constantemente. Estas pinturas dan la sensación de una aproximación brusca, a tal punto que él no alcanza a esconder sus fantasmas vegetales. Así “Un fuego brilla” nos entrega esa sensación de movimiento que gira la mirada hacia un costado, mostrándonos la velocidad de la percepción.
El paisaje continental no se mantiene callado ante este arrebato del artista sino que deja escapar mil voces indoamericanas, masas indomables llamadas a educar todo lo que se les cruce en su andar impredecible y desenfrenado. Estos cantos, ritmos y gritos son plasmados por nuestro artista con “colores chirriantes” en “combinaciones combustibles”, como bien adjetivó Fabián Lebenglik.
Los cuadros que componen esta muestra van cambiando de espacio y forma con el tiempo y la ubicación del pintor. Encontramos troncos, ramas y hojas-pinceladas que varían caprichosamente. En “Rompecabezas”, doce cuadros pequeños pueden ser mirados como uno solo. Duilio nos coloca frente a un bosque haciendo foco, una y otra vez, encontrando en cada pintura colores y formas heterodoxas e independientes de la totalidad, sin afectar la continuidad del árbol que lo excede.
“Dos alcornoques en el este” y “Comechingón” nos muestran desde una cercanía algo difusa ramas que se enredan, se acarician y se abrazan en una copulación alucinante de colores encendidos a punto de estallar en mil verdades telúricas.
Adentrándonos en el bosque nos abisma la negación del cielo en “Reflejo”. Un elemento que a lo largo de esta serie sólo aparece en los nombres de los cuadros, de clara herencia romántica (“Celestial”, “Fuerza celestial”, “Horas de primavera”…). En el lago o río de esta pintura no se reflejan sino troncos y ramas; y en confusas sombras teñidas por el agua están las hojas-pinceladas de sus bosques.
Lo divino, lo mítico no es un hecho histórico o una fría superstición, Duilio lo encuentra en los paisajes continentales: “Reflejos de la memoria” nos hace entrar al bosque.
No nos queda más que callar.
Oír al menos un ruido que nos ayude a salir por otro lado inevitablemente indoamericano.
lunes, 21 de julio de 2008
jueves, 10 de julio de 2008
lunes, 30 de junio de 2008
jueves, 19 de junio de 2008
lunes, 16 de junio de 2008
álvaro l. Urrutia
viernes, 13 de junio de 2008
Nuestro autor entra en la escena literaria argentina en el momento en que Buenos Aires dejaba de ser La Gran Aldea de López iniciando su camino hacia la urbe amenazante y cosmopolita de Arlt. Había, por ese entonces, dejado atrás los 286.000 habitantes de 1880 para alcanzar los 2.200.000 de 1930. Salto dado desde el mundo rural del Buenos Aires post Caseros hacia la ciudad moldeada por el aluvión inmigratorio.
Olivari es el poeta que desde y en los márgenes de la sociedad, en los años 20, olfateó, como dijo Giannuzzi de Almafuerte, la ropa sucia en los aposentos respetables. Márgenes representados por la prostituta, los habitantes de la noche y todos esos seres vencidos que el tango visitó, incluyéndose él mismo en esa pintura: “ya no puedo más, vencido y roto / quede mi ánimo en la brutal jornada / he seguido tus huellas oh! Mi amada, / pero este viejo mal que viene ignoto / el fondo de mi mismo más remoto / me trunca y me deshace como nada” (Porque, 1924). Todo esto que nuestro poeta atisbó, por así decir, desde la vidriera, terminaría aflorando en los 30 a la vista de todos, porque en esos años cierta Argentina tocó fondo.
Olivari, sin embargo, no fue un cronista, todo lo exasperado que se quiera, sino un poeta que rastreaba detrás de las miserias que plantaba en sus textos, un más allá sombrío, que hacía que esas líneas tuvieran, y todavía tengan, una fuerza singular característica. Su voz nos habla aún: “¡Allá! ¡allá! Es tu interjección eterna / ¡más allá!, ¡más allá! Debe estar la verdadera vida / Fuma tirado en el lecho, fuma, / y silba el tango sin fin / que comenzó en la esquina del arrabal del mundo... (¿Sabes, compañero? 1926)
Sus imágenes, a veces atropelladas, no dejan nunca de sorprender con giros impensados. La desprolijidad, que en su época pasaba por defecto, nos parece deliberada, pues fué en aumento en estos sucesivos poemarios. Paradójicamente, o no tanto, permite al lector acceder a una visión no convencional del Buenos Aires de esos años. Hay una curiosa analogía entre esa ciudad abigarrada en su crecimiento desordenado, dominada por la omnipotencia del trabajo, que dejaba tantos seres a sus márgenes, con esa impronta que Olivari se empeñó en darle a sus poemas.
Hay todo un universo de imágenes provenientes sobre todo de la poesía francesa (Baudelaire, también Villon y Verlaine) que entran sin esfuerzo en los arrabales porteños de Olivari, como si pasaran sin transición de alguna callejuela de París a un bar del Once, un cabaret de la calle Corrientes o una cantina del puerto. El acercamiento de Olivari a estos grandes maestros está en función de la singularidad poética y vital más que en su adscripción a alguna estética que la crítica literaria pueda haber hecho de ellos.
A pesar que nuestro poeta después de la edición de La amada infiel abandono las filas del grupo de Boedo para acercarse al grupo de Florida, siguió siendo fiel al pensamiento de los primeros que aseguraban que la literatura debía contener la nota agria de la verdad dicha sin limitaciones y el sollozo sordo de la miseria y el dolor (Olivari y Barletta). Esto nos indica la libertad con que, el autor de La musa de la mala pata, asumía su poética, ya que no veía al parecer contradicción en esto.
No falta en los poemas de Olivari el escepticismo en clave de humor y aún una veta nihilista que evidenciaría ciertas lecturas nietzcheanos trenzadas con la imprecación almafuertiana: “no creas en nada y no lo digas, / muestra tu cinismo como una lápida / que te soterré en vida... / Ppregusta la muerte de tus chistes suicidas... (Insomnio, 1926)
Por un lado tenemos su postura cuasifilosófica, que lo hace convivir y vivir con este nihilista que ante el silbato policial “cierra el portal, pone a la moralidad un dique”(Piringundin, 1929); y por otro lado su sensibilidad poética: “Yo tengo un tristeza sin vuelta de hoja, / una tristeza fundamental, / que ensucia las paredes de lo que se llama sentimiento / y se ensaya en amor (Pero la verdad es esta. 1926). Estas se fusiona, con genialidad, en su amor a esas mujeres del arrabal prostitutas o leprosas.
El protagonista de estos tres libros principalmente es la mujer pequeño-burguesa que habita en los márgenes, atadas a su torpe destino prostibulario, como bien lo ven Ana Ojera y Rocco Carbone, en el completo estudio preliminar que posee esta edición. “Cara exdactilografa, actualmente prostituta, / tu caso es un simple caso de permuta / en la bolsa social.” Los títulos de estos tres poemarios no dejan duda sobre esto: La amada infiel (1924), La musa de la mala pata (1926) y El gato escaldado (1929). Aclara Olivari: “Ahora amo a las mujeres de ojos grises / como el acero que domina la ciudad.” Nos dicen en el estudio preliminar: “en ellas, en sus cuerpos, el poeta ve inscrita la brutalidad del “progreso” que estaba tomando por asalto a la ciudad”. Y continua más adelante “la prostituta es la única honesta, en tanto deja claro que todos somos mercancía, susceptible de ser comprados o adquiridos”, y esto lo sabe mas que nadie nuestro poeta: “Musa transparente, /hueso solamente, / cutis puramente, / yo fuí tu cliente / hay que pagar!” (Plegaria única, 1926)
Es esa sensibilidad sucia y desprolija la que en definitiva la que lo está salvando del olvido. Un puente en esa salvación es esta pequeña gran edición de tres poemarios suyos muy entrañables que hace El 8vo loco. Ya quien quiera leer a este imprescindible poeta, que es Nicolás Olivar no tendrá que pasar horas revolviendo las mesas de libros usados en las librerías, El 8vo loco nos regala a los lectores de poesía esta manuable edición de sus tres primeros poemarios. Que además cuenta no solo con un detallado estudio preliminar sino también con los prólogos a las primeras ediciones de estos libro, los comentarios que hicieron sus compañeros de Martín Fierro de sus poemas, y las correcciones que el autor fue haciéndole a estos libros. Brindemos por ellos, y por Olivari. ¡Salud!
reseña publicada en "La Posición", número 11/12. bahía blanca -julio de 2007.