domingo, 24 de febrero de 2008

el paisaje y ¿yo?

El amigo Julio y sus amigos seguirán tomando para celebrar una semana de trabajo, de sol a sol, cosechando coca.

No me iría nunca d este lugar, pero mañana no me quedara otra que salir para La Paz. Al mediodía bajare para tomar el cole.
La bajada hasta la ruta será complicada con varias ampollas que no llegaron a curarse. Todavía no pude calzarme las zapatillas, a pura alpargatas anduve estos días.
Después de hacer algunas cosas, mire bien Tocaña. Recién ahora advierto que todo en esta comunidad, en este paisaje esta quieto. Todo se encuentra quieto, e intolerablemente impenetrable... La mirada puede permanecer horas en una misma montaña, y por más que tres o cuatro personas, veinte autos, mil pájaros, se hayan movido en ese lugar, no se percibe ningún cambio en absoluto... Mirar cualquier cosa en este lugar es como cuando, en mi infancia, miraba las casas que hacia con piedras sobre la loma que había en el patio, imaginaba la casa y mil circunstancias pero nunca deje de ver la piedra... Solo ando por algunos caminos, pero no puedo adentrarme en ningún lugar. Nada deja de ser paisaje, piedra... yo, sin duda, soy paisaje. Soy un átomo de este paisaje, mal que le pese a mi orgulloso “Yo” que tanto han incentivado desde mi infancia.
Prueba:
Hace un rato paso el amigo Edwin preguntando si yo había recibido alguna visita, siendo quietud e inconsciente de esa condición le dije que no. “Pero, cómo ¿no vino una chica?” Cuando la pregunta choco contra mi alienación, vi que mientras estaba quieto, siendo paisaje, recibí la visita de dos mujeres afrobolivianas. Una buscaba al Pulga y dejo algo para él; pero la otra recién bañada y muy vestida como para una situación ordinaria, como yo no le di ni bola se fue. Pobre de mí, tan paisaje era que ni siquiera fui... Protagonista de un dialogo pero siendo piedra, siendo paisaje. Solo estaba en la quietud contagiada del paisaje. Edwin pregunto y respondí “nadie”, solo en el recuerdo como a una montaña a kilómetros vi a las dos mujeres...

Se escucha, en el silencio, la buya de Julio y sus amigos que continúan tomando y coqueando a más no poder. Por lo que me han contado si uno toma coqueando no le agarra sueño, y puede pasar días bebiendo y sin dormir.

Iré a dormir.
Las luciérnagas están rompiendo las paredes nocturnas con su luz casi dolorosa, como toda belleza.
Anoche una ilumino, al menos por media hora, pedacitos de chapa del techo. Seguramente maldiciendo que le hayan robado el cielo.
Domingo 27-01-08

No hay comentarios: